http://photos1.blogger.com/blogger/7442/2375/1600/blog1.0.jpg(otra portada) El Sur Global: 26 dic 2014

viernes, diciembre 26, 2014

¿El fin del campesino?.

Tres realidades contrastantes parecen anunciar el fin del campesinado en el mundo, esa clase excéntrica que se resiste a desaparecer desde el siglo pasado. En España y Argentina han sido borrados del mapa agrícola, mientras que en el México profundo resiste en medio de los entramados de las políticas neoliberales (mercado de tierras, neoextractivismo, etc) que parecen afianzarse en el medio rural.
                            
Las siguientes líneas dan cuenta de la transformación del mundo campesino y rural en dos países de América Latina y uno de Europa. El texto es resultado de observaciones e interrogantes personales realizadas sobre los campesinos durante estancias cortas en estos países.

El nuevo campesino.
En 1971, el antropólogo Erick R. Wolf definió a los campesinos como productores agrícolas que ejercen control efectivo sobre la tierra y se dedican a la agricultura como un medio de vida, no como un negocio para obtener beneficio a su casa, es decir, a diferencia del obrero, no ofrece al mercado su fuerza de trabajo sino los frutos de su labor sobre la tierra, o bien, como sugirió Arturo Warman en 1972, el “ser campesino” vas más allá del hombre vinculado a la tierra y a la subsistencia, pues “implica un red de datos concretos configuradas alrededor de un sistema de relaciones en condiciones de gran diversidad”.

Un par de década después de estas definiciones “románticas” del ser campesino se asiste a su transformación histórica. Hoy no podemos hablar de un campesino en estricto sentido pues la agricultura ha dejado de ser el eje de la economía de las familias del campo al hacerse de recursos para vivir de una combinación de actividades variadas, es decir, diversifican sus ingresos mediante actividades no necesariamente agrícolas, de ahí que se hable de la ruptura clásica del concepto “campesino” para hablar de un nuevo campesino heterogéneo, donde lo fundamental es reconocerse como tal para afirmar una específica socialidad como sujetos colectivos y como una nueva clase excéntrica según plantea Armando Bartra en "Tiempos de mitos y carnaval” (Editorial Itaca,2011).

Desde el siglo XIX, Carlos Marx anunció la transformación del campesinado hacia una clase asalariada como resultado del acrecentamiento de las grandes explotaciones agrarias y la industrialización de los países que inevitablemente llevarían a la proletarización de las masas. Ciertamente, esto parece cumplirse parcialmente en dos de los países observados: España y Argentina. 

Por eso hoy, podemos encontrar a campesinos que ofrecen su mano de obra en las grandes urbes como jornaleros a tiempo parcial en las agroindustrias o bien campesinos arrendando sus propias tierras para la ganadería o como sujetos que aspiran a obtener un pedazo de tierras (El Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierras (MST) en Brasil y  la del pueblo Mapuche en Argentina, son ejemplo de ellos)

La desaparición del campesino
En España la dinámica de la transformación del campesino ocurrió a partir de los ajustes estructurales derivado de la integración de la Unión Europea en que se reflejaron altas tasas de desaparición de explotaciones agrícolas que impactaron en el despoblamiento de zonas rurales pese a la implementación de políticas y programas para fijar a la población en el campo.  Tan sólo en el decenio 1989-1999, desaparecieron 500,000 explotaciones, casi tantas veces como en los 27 años precedentes, mientras que la superficie media por explotación aumentó un 25.4%, es decir, un proceso de concentración de tierras que se expresó en el incremento de explotaciones agrarias, sobre todo en superficies mayores a 50 y 100 hectáreas que representaban el 67.7% de las explotaciones españolas y por otro lado, provocó una alta expansión del arrendamiento de tierras, que dio como resultado el fin del campesino español.

En Argentina el proceso modernizador en el agro ha llevado a efecto similar que en España.  En Las Pampas, el campesino argentino ha desaparecido a raíz de la intensificación del monocultivo de la soja (soya) a gran escala, es decir, el chacarero se ha desvanecido en medio de transformaciones sociales en la agricultura, dando paso a un nuevo modelo de desarrollo agrario pampeano basado en el “agribussines” es decir, el agro como negocio transnacional que obliga a los campesinos a desplazarse a la ciudad como mano de obra barata o bien como grupo rentista al servicio de las agroindustrias bajo una nueva lógica de relaciones de poder dominada por la clase empresarial global, según plantean Carla Gras y Valería Hernández en el libro“ El agro como negocio” (Editorial Biblos, 2013).

En los casos de España y Argentina el campesino emigró a la ciudad donde encontró seguridad, asistencia social, educación para sus hijos y sobre todo, ingresos económicos suficientes para adaptarse a su nuevo entorno. En estos dos países no se habla del campesino sino de un productor a gran escala con tecnología y capital que despacha en los holdings instalados en la ciudad. En Las Pampas se identifican a antiguos chacareros que ahora son “rentistas” o bien contratistas para hacer producir sus antiguas tierras. Pero, ¿Qué pasa en México?.

En México, pareciere ser que el campesino resiste, permanece y se autodefine como una clase excéntrica aún “como campesinos sin tierras (jornaleros) o marginados urbanos rurales que aspiran a ser campesinos y han decidido a luchar por ello, según nos dice Armando Bartra. Quizá, la diferencia es que en nuestro país, la tierra adquiere un significado cultural profundo. La tierra es la madre tierra dadora de la vida y la muerte, entonces, abandonar la tierra es el ocaso, es traicionarse, de ahí que para el campesino mexicano el despojo a su tierra sea una fatalidad económica y política.

Sin embargo, en el mundo rural la lógica de la producción agrícola a gran escala, las reformas económicas-agrarias implementadas desde la década de 1990, la hegemonía de Estados Unidos en el mercado de los alimentos y los precios de los cultivos en el mercado internacional parecen amenazar el mundo campesino mexicano.

Un estudio realizado por K. Appendini en varios ejidos del centro del país durante 2008 reveló que como estrategia de adaptación a las constantes crisis económicas y del campo, los campesinos mexicanos han comenzado a realizar múltiples actividades para satisfacer necesidades básicas del hogar pues resulta insuficiente cubrir los gastos familiares con los ingresos agrícolas.

En el ejido Guadalupe Victoria municipio de Chapultenango, población indígena zoque en el norte de Chiapas, los campesinos abandonaron el cultivo de maíz y café ante el desplome de los precios en el mercado internacional y el aumento de los insumos agrícolas. El paisaje de cafetales que dominaba el lugar hasta el 2005 se transformó en áreas de pastizales para el ganado mientras que el campesino comenzó  a emplearse como jornalero a tiempo parcial (de martes a viernes) en la agroindustria del plátano de Teapa Tabasco o bien eventualmente en las obras públicas del ayuntamiento local o como campesino “pica campo”, es decir, pasó a formar parte de la clase asalariada pero en condiciones precarias.

La mayor parte de las tierras ejidales de Guadalupe Victoria, que en muchos casos no rebasan las 10 hectáreas por parcelas, se otorgan en renta para la introducción de ganado. Un campesino confió que la mayoría de los ejidatarios no tienen ganado, sino más bien, dan en renta sus tierras a gente de la cabecera municipal a un costo de 100 a 120 pesos mensuales por cada cabeza de ganado, según la distancia de la parcela y el tipo de ganado. Un efecto de la ganaderización de las tierras ejidales, no solo es la instalación de una oficina para realizar los trámites de marcaje, sino la expulsión de los jóvenes hacia ciudades como Villahermosa Tabasco o a los polos turísticos como Cancún Quintana Roo, donde se emplean como mano de obra barata. 

De esta manera es que asistimos a la transformación del campesinado, es decir, su conversión a asalariado al poner su mano de obra en el mercado. ¿Estamos frente a la lenta desaparición del campesinado en México?.

El neoextractivismo en el Norte de Chiapas.

La historia extractiva de minerales de manera masiva en el área del Norte de Chiapas datan de por lo menos de finales de siglo XIX en las mina Santa Fe de Solosuchiapa, inmersa en las tierras de la finca La Zacualpa, antiguamente propiedad de los hermanos Zepeda y convertidas hoy en tierras ejidales del poblado Agustín Rubio.

De acuerdo con estudios realizados por el botánico José Narciso Rovirosa, las erosiones causadas en septiembre de 1879 pusieron al descubierto las vetas de oro, plata y cobre en la finca La Zacualpa, pero sólo fue cinco años después [1884] que los hermanos Zepeda - Manuel Heraclio, Enrique y Rafael – las descubrieron en la estrecha cañada del arroyo Los Pinos.  Pronto, la mina pasó a ser propiedad de una compañía inglesa que comenzó a explotarlas.

Durante un viaje en 1890, el tabasqueño Rovirosa observó:
“Se ha construido edificios e instalado las maquinas para la concentración de metales. Una vía de herradura recientemente hecha facilita la conducción de los metales concentrados a un punto navegable del Río Teapa, donde son embarcados en el vapor Santa Fe y transportados al puerto de Frontera [Tabasco]. No hay duda de que estas minas fueron trabajadas antes de la llegada de los españoles al país, como lo indican los utensilios de piedra y cimiento de edificios que se encuentran en los cerros”. (Rovirosa 1897: 283).

Sin embargo, más de un siglo después resurgió el interés por los minerales, no sólo en Solosuchiapa sino se amplió a los municipios zoques de Rayón, Ixtacomitán, Pantepec, Ixhuatán, Tapilula y Chapultenango dadas las condiciones geomorfológicas atractivas y sociales actuales del territorio.

A partir de 2003, las compañías mineras extranjeras lideradas por la canadiense Linear Gold Corporation o Brigus Gold Corporation, Kinross y su filial mexicana KG Minera Ixhuatán, Minera Frisco, Cangold Limited y Apollo Gold Corporation, diseñaron y ejecutaron un ambicioso plan llamado Proyecto Ixhuatán que involucraba un total de 4,176 hectáreas en una área de influencias de 18 ejidos zoques (Seccombe y Giroux, 2011: 11-16) en un corredor minero que comprende desde los municipios de Pichucalco, Ostuacán, Tecpatán hasta Tapalapa, en el corazón zoque. (Servicio Geológico Mexicano, 2011).

En estos municipios se instalaron 9 campamentos conocidos como Cerro La Mina en Ixhuatán, Caracol, Cacaté, Laguna Grande, Laguna Chica, El Campamento, Central zone, Western zone y San Isidro de los 6 municipios del norte de Chiapas.

Aunque las compañías consideraban a los Zoques como excelentes “ciudadanos corporativos” (Seccombe y Giroux, 2011: 14) estos comenzaron a interponer denuncias ante la Procuraduría Agraria a partir de enero de 2005, toda vez que las mineras se habían introducido al área sin permiso, sobre todo en el ejido San Isidro Las Banderas, Pantepec. La respuesta de las compañías fue incrementar el salario de los trabajadores zoques de 100 a 200 pesos diarios  (La Jornada, 25 de agosto, 2005) y prometer otros beneficios locales:
Additional aid to the local community provided by Linear during evaluation of the Ixhuatan property includes projects such as road building, health issues and other community improvement projects. (Seccombe y Giroux, 2011: 15).

Para esas fechas, algunas protestas contras las mineras comenzaron a tejerse auspiciadas por los religiosos de Rayón, quienes incentivaron a la población de Ixhuatán a organizarse para protestar mediante marchas hacia Tapilula en 2005.

Así, el revés más importante para las compañías mineras ocurrió el 18 de abril de 2008 cuando la asamblea de ejidatarios zoques de San Francisco Jaconá de Tapilula negó la autorización a Kinross y su filial KG  Minera Ixhuatán para realizar trabajos de exploración en sus tierras. La empresa admitió el retiro de su presencia en el área:

The ejido voted unanimously denying the company access. The ejido stated they did not want exploration work conducted on their lands, nor were they interested in considering any socio-economic benefits a relationship with the Company may bring to their community. This result was a considerable setback to Kinross’ exploration plans as projection of the Cerro La Mina magnetic (intrusive) and geochemical trends clearly continues northeast on the San Francisco Jacona ejido area. The Community Relations team advised that it was unlikely an agreement could be achieved with the San Francisco Jacona ejido in time for Kinross to conduct meaningful exploration of this area within the schedule of the earn-in period. No work had taken place on this ejido by December 2009 when Kinross withdrew from the option agreement with Linear (Seccombe y Giroux, 2011: 15).

No obstante, para el segundo trimestre de 2008 la mayor parte de los acuerdos de exploración avanzaron en “buenos términos” con 18 ejidos Zoques en Ixtacomitán, Chapultenango, Tapilula y sobre todo en el ejido San Isidro Las Banderas Tapalapa, donde prevalecían acuerdos avanzados para la exploración del área  (Seccombe y Giroux, 2011: 14).

Finalmente en septiembre de 2009, la principal minera en el área Linear Gold Corporation anunció su retiro de la zona, en gran medida por las presiones sociales ejercidas por organismos no gubernamentales y afectados que se habían agrupado en torno a la Red Mexicana de Afectados por la Minería (REMA) que desde año habían hecho patente diversas inconformidades y protestas sociales en Chiapas que vino a acelerarse con el asesinato de Mariano Abarca Roblero en Chicomuselo, Chiapas el 27 de noviembre de 2009.

No obstante el escenario adverso en el área zoque, las mineras continúan operando desde Vancouver Canada, Villahermosa Tabasco y en el campamento ubicado en Tapilula, Chiapas donde realizan transacciones, inversiones y estudios de prospección del área (Seccombe y Giroux, 2011: 6-13), entre ellas, la Mina Santa Fe, propiedad de la Minera Frisco de Carlos Slim y la KG Minera Ixhuatán SA de CV mediante el proyecto de exploración Azteca y el proyecto Rio Negro en Pantepec, con permisos para explorar la zona hasta mayo del 2051 (Heurística Ambiental  2008:9).

Frente a este nuevo extractivismo de los recursos naturales, la percepción local por las operaciones de las minas es de  “temor de pérdidas e impacto ambiental en los cultivos, bosques, cascadas y ríos”, según lo manifestaron los propios pobladores en la elaboración del Plan municipal para la prevención de riesgos de Pantepec (Gobierno del estado de Chiapas, 2012:16).

DOCUMENTOS CONSULTADOS
SECCOMBE y Gary H. Giroux (2011).Summary report on the Ixhuatan advanced stage gold project, Chiapas state, Mexico. Cangold Limited: British Columbia, Canada.
GOBIERNO del estado de Chiapas (2012). Plan municipal para la prevención de riesgos de Pantepec, Sistema estatal de protección civil y Programa de Naciones de Unidas, México: Pantepec, Chiapas.
SERVICIO Geológico Mexicano (2011). Panorama minero del estado de Chiapas. Secretaría de Economía, Serie panoramas mineros de los estados, versión electrónica: Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
ROVIROSA Andrade, José Narciso (1897) “Viaje a Teapa y las sierras que concurren a la formación de su valle“ en Revista La Naturaleza, periódico científico de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, segunda serie, tomo II, imprenta de Ignacio Escalante: México, DF. Pp:  269- 293.
HEURÍSTICA Ambiental, consultoría. (2008) Informe preventivo proyecto de exploración geológica-minera “Río Negro” Pantepec, Estado de Chiapas. edición electrónica: Hermosillo, Sonora.

El norte de Chiapas como espacio para la construcción social del riesgo.

En los últimos dos años, los resultados de diversos estudios de corte científico realizados por instituciones públicas revelan la preocupante construcción social del riesgo en los municipios de la región norte de Chiapas como consecuencia de las políticas extractivas de los recursos naturales y la lógica de la modernización, lo cual ha colocado a los indígenas zoques que habitan esta área cultural,  a estar bajo condiciones altamente vulnerables, dando pie a la configuración de un territorio deprimido.

El primer estudio realizado por Manuel Bollo Manent y otros, del Instituto de Geografía de la UNAM (2011), quienes al estudiar el paisaje físico-geográfico de los municipios de Juárez, Reforma, Pichucalco, Ostuacán y Sunuapa, encontraron “pérdida de la fertilidad naturales del suelo por el exceso de ganado, la deforestación por extensión de la frontera pecuaria o agrícola, quimización de las aguas subterráneas y superficiales por actividad agrícola intensiva, contaminación química y biológica de las aguas superficiales y subterráneas por residuales domésticos líquidos (aguas negras) o por falta de regulación en el manejo de residuos sólidos”.

La consecuencia de ello es que el uso del suelo presenta un estado crítico en un 5% con  tendencia a pasar a un nivel muy crítico, mientras que el 83% de esa área permanece en estado inestable. Tan sólo un 5% de la superficie de los paisajes del norte petrolero de Chiapas se encuentran en estado estable, según el estudio.  No es casual entonces que hoy, las principales inundaciones se presenten en los municipios de Pïchucalco y Juárez.

Otro estudio, realizado por un grupo de geógrafos y vulcanólogos de la UNAM y la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (2012) encontró que los hundimientos y deslizamientos de tierras de grandes magnitudes ocurridos en San Isidro Las Banderas en Pantepec durante 2003 y Juan de Grijalva en Ostuacán en 2007 evidencian los efectos inmediatos por sobreuso del suelo de carácter extractivo así como la presencia de la ganadería en gran parte del norte de Chiapas.

El escaso bosque mesófilo ubicado en la conocida Selva Negra comienza a experimentar severos daños por el avance de la ganadería en la parte más alta de la montaña. Esa espesa niebla con vegetación de helechos que hace más de un siglo atravesó Emilio Rabasa al llegar a Chiapas para tomar posesión como Gobernador del Estado, comienza a disolverse en los campos ganaderos de Rayón.    

Los efectos de esta ganaderización intensiva del norte de Chiapas se confirma por otro estudio realizado recientemente por profesores de la Universidad Autónoma Chapingo (2013), quienes al estudiar 157.4 km de la cuenca del río Pichucalco [río Ixtacomitán] determinaron que las causas principales de la erosión hídrica se relacionan con la ganadería extensiva en laderas, la cual se lleva a cabo en el 76.2 % de la cuenca estudiada,  sobre todo en Ixtacomitán y Chapultenango.

En relación a los efectos del cambio climático en el Norte de Chiapas comienzan a ser percibidos sobre todo en la población indígena Zoque, según un estudio realizado por María Silvia Sánchez Cortes y Elena Lazos Chavero (2011) en el artículo “Indigenous perception of changes in climate variability and its relationship with agriculture in a Zoque community of Chiapas, Mexico”

Particularmente este estudio revela que el calendario agrícola tradicional Zoque que sirve de base al conocimiento local del periodo de siembra y cosecha de cultivos, sobre todo en el maíz, comienza a ser desplazado en algunos meses, es decir, mientras antes la cosecha se realizaba en periodos más cortos, hoy se realiza en periodos más largos, o bien, la evidencia es que ahora en los huertos familiares se siembran plantas de climas más cálidos como café, plátano y naranja, los cuales antes eran impensables para climas fríos como el de Ocotepec.

Justamente, el municipio de Ocotepec ha sido el más golpeado por la presencia de las lluvias “atípicas” que se han presentado en los últimos 11 años en Chiapas.  Al menos, eso evidencia las 10 declaratorias de desastres naturales publicadas en el Diario Oficial de la Federación desde el año 2002.

Quizá un efecto de la superficie siniestrada es que se ha dejado de sembrar más de 5 mil hectáreas de maíz en los últimos 10 años, sobre todo en el área que habitan los Zoques, lo cual, podría traer como consecuencia problemas para adquirir alimentos, es decir, la seguridad alimentaria de la población. En Tapalapa, por ejemplo, comienzan a expresarse cuadros severos de desnutrición infantil.

De hecho, dos estudios realizados por investigadores de la UNACH (2010) y UNICACH (2012) revelaron que las mayores tasas de mortalidad infantil (neonatal precoz y neonatal) de Chiapas ocurrieron en Ocotepec y Francisco León durante el periodo de 1998-2003, mientras que en Pantepec se encontró que existe una alta prevalecencia entre la desnutrición de los niños con la presencia de parásitos, lo cual, pone en evidencia la gravedad de los problemas de salud de la población local.

Respecto a la [re] producción social, la cifra alcanzada hasta el año 2010 revela que el 98.2% del total de la población del territorio indígena del Norte de Chiapas  se encuentra en situación de pobreza principalmente en Rayón, Pantepec, Tapalapa, Francisco León, Coapilla, Jitotol, Ocotepec y Chapultenango (CONEVAL, 2010).

Frente a este cúmulo de problemas que enfrenta el Norte de Chiapas, recientemente la acción del Estado ha sido la de insertar el discurso del nuevo ordenamiento territorial basado en el “desarrollo sustentable” mediante el Programa de Ordenamiento Ecológico y Territorial de la Zona Petrolera de la Región Norte de Chiapas (POET ZPRN).

El POET ZPRN pone énfasis en el desarrollo de centros ecoturísticos, empresas agro industriales y actividades orientadas al mercado local, nacional y extranjero mediante la creación de unidades de gestión ambiental (UGA), como únicas alternativas de desarrollo regional para los próximos 25 años (SEMAHN, 2012), mientras que una parte de la comunidad científica observa en el Volcán El Chichón la alternativa turística generadora de ingresos económicos para la población local y la posibilidad de construir una educación ambiental en torno al volcán.

En general, el Norte de Chiapas presenta graves problemas de deterioro que se refleja en la población altamente empobrecida, carencia de bienes patrimoniales, bajos ingresos económicos, niveles inferiores al del bienestar y limitados acceso a servicios públicos, lo cual hace pensar en la construcción de un territorio altamente deprimido y socialmente en riesgo.

Es posible que este deterioro del Norte de Chiapas esté relacionado con la aparición de actividades ganaderas, la construcción de presas hidroeléctricas en el Bajo Grijalva (Malpaso, Chicoasen y  Peñitas) y el desarrollo de complejos petroquímicos en el norte de Chiapas que propiciaron la construcción de un territorio altamente vulnerable  no sólo en la reproducción social de la pobreza, sino en la producción espacial.

Esta condición particular del territorio del Norte de Chiapas encuentra su lógica en los efectos de la modernidad avanzada que propone U. Beck  en La sociedad del riesgo (1998), donde “la producción social de [la] riqueza va acompañada sistemáticamente por la producción social de riesgos, lo cual genera nuevas desigualdades sociales”, impuesta por las estructuras y actores dominantes que generan relaciones asimétricas y políticas extractivas en el Norte de Chiapas.

El espacio urbano de Tuxtla Gutiérrez: la reproducción del espacio

Como sostiene Manuel Castells (1971), una ciudad o una región metropolitana constituyen  siempre un ente estructurado que puede corresponder a un sistema funcional de la ciudad, es decir, como un cuerpo organizado que debe administrar su propio dinamismo interno, asegurar su expansión y reintegrarla a través del control social, de ahí que, no sólo sea un espacio de trabajo, habitación, ocio y circulación, sino que la ciudad es producto de la historia y expresión de la sociedad. 

Este texto breve es un intento por realizar un análisis descriptivo de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, capital del Estado de Chiapas, a partir de la producción y reproducción del espacio. También es un recorrido por el espacio tuxtleco como crítica a la modernidad actual de las ciudades mexicanas que permiten escudriñar las transformaciones espaciales y prácticas sociales de las ciudades intermedias del sureste del país. 

La ciudad. 
Para tratar de obviar la historia que no es motivo de análisis, diríamos que Tuxtla es relativamente joven como capital del estado, apenas más de un siglo atestiguan su desarrollo como ciudad principal de Chiapas. En ese periodo, su transformación ha sido exponencial. Entre estudiosos de la urbanización de la ciudad existe el consenso de que la  primera modernización de Tuxtla Gutiérrez se remota hacia finales del siglo XIX cuando fue declarada capital de la entidad, pasando de un “villorio” a una ciudad de servicios públicos administrativos y prestaciones de servicios, particularmente a partir de 1892 hasta 1940. Cuando fue declarada capital del estado de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez apenas contaba con 9 calles a la redonda, algo así como más de dos kilómetros en la parte más ancha del pueblo. 

Un segundo momento va de la época de 1940 hasta 1970 en la que las acciones públicas de los gobernadores se orientaron a construir la infraestructura y el equipamiento urbano. Así, carreteras, parques, mercados públicos, centros recreativos, calles, oficinas administrativas de gobierno etc, posibilitaron la consolidación de Tuxtla Gutiérrez como ciudad y capital. Al parecer, fueron las grandes obras  como la construcción de las presas hidroeléctricas de Chiapas y el reacomodo de la población afectada por el terremoto en el vecino municipio de Chiapa de Corzo las que demandaron el mayor número de viviendas y espacios disponibles para el trabajo, el ocio y la habitación a partir de la década de 1970. 

En consecuencia, surgieron los primeros problemas urbanos con lo cual comenzó una nueva etapa de transformación y apropiación de los espacios tradicionales de los barrios tuxtlecos de casas de adobes y bastos jardines. Hasta mediados del siglo XX, los arroyos y las “pozas” del Sabinal que fungían como espacios de ocio, cohesión social y zonas de intercambios comenzaron a desdibujarse por la mancha urbana en crecimiento en los barrios de Santo Domingo, La Pimienta, El Calvario, El Cerrito, Niño de Atocha y Barrio Nuevo (Zuarth, 2010). Hasta este momento, las fronteras barriales de Tuxtla estaban claramente definidas, así como las actividades y las clases sociales. En la década de 1970, los primeros conjuntos habitacionales de la ciudad dieron paso a hogares de “bajo costo” para la clase trabajadora que se aglomeraba en Tuxtla Gutiérrez. Así, surgieron en el norte oriente y poniente colonias como Maya, Los Laguitos o 24 de Junio.

Hacia la década de 1990, Tuxtla Gutiérrez tuvo un crecimiento poblacional promedio anual de 4.8 mientras que para el año 2005 había disminuido a 2.7 con una densidad media urbana de 82.8 habitantes por cada hectárea (INEGI,2005).   Para 2006 la circulación se volvió un problema. Un promedio de 70 mil vehículos circulaban en la ciudad, de ahí que el robo de vehículos fuera tan atractivo, según el Plan de Desarrollo Municipal (2008). 

Los anillos de la ciudad
Si miramos desde el viejo planteamiento de E. Burguess quien establece que las ciudades se pueden estudiar a partir de anillos concéntricos (Castells, 1971); en su aplicación a la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, diríamos que el primero de ellos actualmente está ocupado por la catedral, los edificios públicos como el palacio de gobierno, palacio federal, congreso del estado, ayuntamiento, los comercios locales, viejos edificios de hoteles y cines, bordeado por las iglesias de los antiguos barrios que evidencian la nostalgia del viejo Tuxtla y, sobre todo, revelan que el clero y el gobierno siempre han estado tan cerca de todo. Diríamos que este primer espacio es “históricamente” el centro de la ciudad pues en ella se encontraban “las casas de adobe de dos aguas, techadas con tejas, amplias, grandes, de un solo nivel, edificadas en terrenos de amplias superficies (Cárcamo, 2003)”.  Por eso se añora, el Parque de Las Damas, la gran avenida la República o la casa Farrera. 

Hoy,  el centro es el lugar donde ocurre parte del proceso de consumo, intercambio y gestión. Ahí están los mercados públicos, los comercios y las oficinas públicas, y por ende, una parte de la  circulación vial confluye hacia este punto, sobre todo del sistema público de transporte.  Así, el centro se convierte en el espacio de representación simbólica e integradora, es decir, una mezcla de pasado y presente, pues no solo se lleva a cabo el proceso de consumo, sino las fiestas anuales de San Marcos Evangelista y otras representaciones simbólicas nacionalistas (el grito de independencia, los desfiles cívicos, etc) que no necesariamente refuerzan la identidad zoque a la que tanto apela Tuxtla cuando de su pasado se trata.Al analizar las ciudades medias, el geógrafo francés Claude Bataillon (1997) cuando se refiere a los centros urbanos afirma que “el corazón de la ciudad, en general muy heteróclito, refleja el grado de modernización, así como los riesgos de iniciativas audaces o devastadores de los sucesivos ediles. El modernismo se concentra en los supermercados, las oficinas, los estacionamientos por pisos.” 

Paradójicamente, en este primer anillo de la ciudad ocurre un proceso de invasión-exclusión, entendido como una forma de apropiación del espacio por parte de inversionistas y comerciantes, quienes provocan toda expulsión posible de la población que tradicionalmente ocupaba las viviendas de adobe de los barrios del centro histórico de la ciudad.  Los geógrafos llamarían a esto, un proceso de gentrificación. Es así como desde el centro, la nueva urbe desmantela las viejas estructuras sociales para dar paso al proceso masivo de consumo, con “modernos” andadores [de cableado subterráneo] y con botones de emergencia cada 10 metros para que las ventas nocturnas que tanta falta hacen a los comercios y a la economía, ocurran con  “orden, limpieza y amabilidad“. Como medida transformadora, las viejas familias del centro han sido convertidas en migrantes dentro de su propia ciudad, pues fueron enviadas a “colonizar” los nuevos territorios urbanos-rurales como El Jobo, Copoya, San Fernando y Berriozabal, etc, o que mejor, los archipiélagos carcelarios bajo la máscara de una boyante nueva sociedad Tuxtleca, o mejor dicho, en el Nuevo Tuxtla, pues el centro está agotado. Es así que con esta reestructuración del espacio, las familias tradicionales tuxtlecas comenzaron a escasear en el centro de la ciudad desde hace mucho tiempo al originarse el proceso de descentralización o gentrificación. A su vez, la migración  ha dado paso al desplazamiento hacia las nuevas zonas periféricas urbanizadas, donde no solo el clima “es favorable” sino el mercado de tierras ejidales ha resultado de bajo costo, dando paso a una sociedad neorural, que valora el medio ambiente periférico, pero que se desenvuelve en la ciudad. 

Ahora veamos lo que ocurre en un segundo anillo de la ciudad. Ahí,  sobreviven los barrios El Cerrito, El Calvario, San Jacinto, La Pimienta, Niño de Atocha, Santo Domingo, Colón y San Francisco. Geográficamente, parten del norte, la Iglesia Niño de Atocha (novena norte) hasta la iglesia de Guadalupe, pasando por Santo Domingo, Barrio nuevo, El Cerrito y haciendo el círculo con la Pimienta y Niño de Atocha, nuevamente.  De hecho, estos barrios son los únicos que aún [y escasamente] guardan estructuras sociales religiosas y tradicionales, (mayordomía, intercambios religiosos, etc) pues el resto de la ciudad se comporta como espacios colonizados, no en vano son llamadas colonias populares en su forma política-administrativa y territorial. Si podríamos recorrer este segundo anillo concéntrico, encontraríamos iglesias y algunas viviendas tradicionales de adobe a punto de diluirse en la “modernidad”, mercados públicos y pequeños parques que parecen hacer frente  a la invasión- exclusión de los comercios locales y las oficinas de gobiernos. 

En este segundo anillo viven las personas de mayor edad y donde parecen sobrevivir los únicos rastros de la presencia indígena de la ciudad, pues algunos barrios actúan como los pocos [y únicos] espacios que aún apelan a su identidad zoque. No en vano, cada año los principales festejos de las Vírgenes de Copoya parten de este lado hacia la periferia sur de la ciudad. Particularmente El Cerrito, en el poniente sur. ¿No son estos, espacios de reivindicación zoque?. De hecho como observa el investigador Carlos Uriel Del Carpio (1995) en los mercados públicos del centro, predominan “las mujeres zoques y de origen local predominan en dos de los mercados centrales (Castillo Tielemans y 20 de Noviembre). En otro de ellos parecen predominar mestizos y Oaxaqueños (Díaz Ordaz). Los Chamulas, zinacantecos y cultivadores de hortalizas del Valle de Chiapa de Corzo tienen primaria en otros mercados que abastecen el sur y oriente de la ciudad”, de reciente creación (San Juan y Los Ancianos). Por su parte, en un tercer anillo, ubicaríamos la ciudad de la clase trabajadora, atisbada por los créditos hipotecarios de viviendas de “interés social” de dos décadas atrás que muestran claramente la división de clases de la urbe, incluso, hasta los nombres como señal de la pertenencia urbana. El geógrafo Bataillon los llamaría la ciudad proletaria. 


Las colonias 24 de Junio, Infonavit Rosario, San Pedro Progresivo, Jardines del Pedregal, Las Aguilas, etc, sobreviven en esos espacios urbanos de la clase media colindantes, además, con áreas deprimidas como las colonias Albania Alta,. Cruz con Casitas, Las Granjas y Patria Nueva, ejemplos de lo que el paternalismo de los gobiernos locales pueden hacer con la pobreza urbana, y donde la inseguridad, la violencia y la pobreza son evidencias de que algo pasa en la ciudad entre política y los cinturones de miseria.

Como sostiene Eduard Soja en Postmetrópolis (2009) en estos espacios, algunos de los habitantes son demonizados adjudicándoles la figura del enemigo interno, constituyendo de este modo poblaciones flotantes de nómadas urbanos que ocupan bolsas locales de extrema dureza, portadoras de pobreza, decadencia, enfermedad, drogas, crimen y violencia. En estas áreas deprimidas no hay espacios carcelarios, se respira más libertad pero con inseguridad, aunque los parques del Oriente y el de la mujer soldado evidencian la llegada de la ciudad ideal con parques temáticos. Evidencia de que la ciudad es un espacio desigual.

En un cuarto anillo ubicaríamos el norte-poniente de Tuxtla donde se encuentran los archipiélagos carcelarios; familias enteras encerradas; puertas y portones automatizados que evidencian las cámaras de vigilancia y los miedos en  cada esquina; en cada una de ellas, policías privados asumen el miedo de los “otros”. El Mirador, Club Campestre, Las Palmas, Monte Real, ejemplifican la geografía del miedo de la élite tuxtleca. En estos archipiélagos de calles amplias y limpias, el automóvil se vuelve el actor central, y la ausencia de grandes parques evidencian el grado de convivencia social. La aparición de colonias como Monte Real, San Fernando, Lomas del Venado son evidencias de que la urbanización de la periferia tuxtleca ha comenzado como un proceso de reestructuración de la ciudad y de que el espacio central de la zona urbana se ha agotado.

Los parques temáticos como ciudad ideal
A partir del año 2010, algunos parques resurgieron revitalizados como nuevos espacios de ocio. El parque Morelos de un viejo centro construido con una carga simbólica de nacionalismo ad hoc de la clase gobernante pasó a ser un espacio ideal; por otro, surgió el parque Noquis Cancino como espacio para dar lugar a seres excluidos, antes invisibilizados. El Santo Domingo fue “modernizado”. Estos espacios ocupados a través de parque, sea Santo Domingo, Noquis Cancino parecen evidenciar que no son propiamente para la concentración de las familias, sino espacios que dan color de modernidad  a la ciudad.  Los parques están distantes de las clases populares, lo cual indica que los parques fueron hechos para la pujante clase media, al menos eso evidencian los amplios estacionamientos, las tiendas de souvenirs. Etc. Las clases pobres tienen que conformarse con su parque abandonados. 

Invisibles 
La ciudad también parece desdibujar a los nuevos sujetos que han llegado a Tuxtla. En la colonia [Ejido] Madero se desarrolla un espacio de ruralidad absorbido por la urbanidad, de esas transformaciones que solo el capitalismo puede explicar y desdibujar. Los actuales ejidatarios modernos cohabitan con familias totonocas, invisibles según los últimos datos censales (INEGI, 2010). Los Totonacas de la madero trabajan, labran la madera en el día a dia y comercian con sus vecinos en el mercado “informal” o bien dentro de la línea de la población económicamente activa que vive en pobreza extrema urbana.  En 2005, se identificó a más de 10 mil habitantes hablantes de alguna lengua indígena, principalmente tsotsil y tsetal que coexisten en la ciudad. En la década de 1980, Tuxtla recibió a refugiados guatemaltecos y salvadoreños víctimas de la guerrillas Centroamericanas; ellos se cohesionaron y formaron comunidades invisibles, en el anonimato, como medida de protección. Hasta hoy, muchas son invisibles aun, y más bien se han diluido. 

A manera de reflexión. 
Tomando como eje los planteamientos de Dean MacCanell en Los Dos Imaginarios (2012) diría que la función que tenía la ciudad de Tuxtla Gutiérrez como nodo de comunicación, transporte, comercio y como espacio para vivir, trabajar, estudiar, jugar y comprar comienza a ser asumida por los pueblos satélites o vecinos como Chiapa de Corzo, Berriozabal, Ocozocuautla, San Cristóbal y Suchiapa, es decir, nos estamos acercando a la transformación histórica de la ciudad. 

Textos consultados:

1.    Del Carpio, Carlos Uriel (1995).“Espacio y poder en Tuxtla Gutiérrez. Notas preliminares”, en  Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo. No 1 Pp: 69-89. Facultad de Arquitectura. UNACH. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
2. Mérida Mancilla, Arturo. (2009).”La urbanización, la desaparición del ejido y los conjuntos habitacionales en Tuxtla Gutiérrez”, en en  Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo. No 8 Pp: 97-106. Facultad de Arquitectura. UNACH. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
3.     Hector Rosas Rosas. (2000) Espacio y sociedad en Tuxtla Gutiérrez: la producción social de una ciudad media. UNACH.
4.     Hector Rosas Rosas. (1997) Aspectos urbanos y arquitectónicos de Tuxtla Gutiérrez.
5.     Malo, Clodoveo. 1997. La Dinámica de crecimiento demográfico de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. En Aspectos Urbanos y Arquitectónicos de Tuxtla Gutiérrez, Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo No. 3, Facultad de Arquitectura, UNACH. Universidad Autónoma de Chiapas.
6.     Mérida Mancilla Arturo. 2000. Cien años de evolución urbana en Tuxtla Gutiérrez,Chiapas. Universidad Autónoma de Chiapas y H. Ayuntamiento Constitucional de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. (Biblioteca de Arquitectura: TE 711 4097275 M)
7. Noguez, Carlos. 1997. Cambios territoriales y transformaciones socioculturales en Tuxtla Gutiérrez: 1940-1995. En Aspectos Urbanos y Arquitectónicos de Tuxtla Gutiérrez, Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo No. 3, Facultad de Arquitectura, Universidad Autónoma de Chiapas, México.
8. Delgadillo, Raquel, 1997. Población y estructura urbana en las colonias periféricas de Tuxtla Gutiérrez. En Aspectos Urbanos y Arquitectónicos de Tuxtla Gutiérrez. Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo No. 3. Facultad de Arquitectura. Universidad Autónoma de Chiapas. México.
9.     Escobar, Héctor. 1997. La Urbanización periférica de Tuxtla Gutiérrez. En Aspectos Urbanos y Arquitectónicos de Tuxtla Gutiérrez. Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo No. 3. Facultad de Arquitectura, Universidad Autónoma de Chiapas. México


[1] Maestro en Ciencias en Desarrollo Rural Regional. Universidad Autónoma Chapingo. Docente en la Universidad Autónoma de Chiapas.

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