Las tierras del Volcán Chichonal
La primera referencia histórica de la existencia de las tierras del
Volcán remite a un documento escrito por Don Toribio de Cossío, caballero de la
Orden de Calatraba, dirigido a la Audiencia General de Guatemala en septiembre
de 1710, en la que el Obispo de Chiapas manifiesta las incomodidades de los
habitantes de Magdalena Chica ocasionados por los constantes temblores en la
zona, la cual, obligó a los zoques a desplazarse hacia Magdalena Grande,
distante a una legua en alto. (Orozco Jiménez, 1908: 58).
Desde tiempos inmemoriales, los habitantes parecían comprender la
naturaleza del cerro, pues reconocían en él un lugar “encantado” al que
denominaban “Tzitzun Cotzak”, origen de algunas creencias relacionadas a una
mujer mítica llamada Piowechuwe, a la que consideraban, dueña del volcán.
(Vease, a Baez-Jorge, 1985).
De ahí que, los zoques contemporáneos afirmaran que las “poblaciones
antiguas” habían sido sepultadas por ceniza volcánica, situación que
comprobaban al remover la tierra de sus trabajaderos a más de un metro de
profundidad, incluso, algunos utensilios usados por los “antiguos” estaban
enterrados. (Alonso Bolaños, 2011: 127).
La creencia se confirma con las estimaciones de los expertos, quienes
afirman que hacia 1853 se había registrado un evento volcánico, produciéndose
la extrusión de material piroclástico que cayó en forma de lluvia, llegando los
fragmentos líticos hasta el poblado de Chapultenango, situado a 13 kilómetros
del volcán, haciendo que la gente abandonara el lugar (Canul-Dzul, 1983: 18),
lo cual, posiblemente motivó que la zona quedara despoblada hasta principios de la segunda década del siglo XX,
cuando los zoques volvieron a ocupar las tierras bajas de las márgenes del Río
Susnubac.
Fueron los trabajos exploratorios del geólogo alemán, Friederich Karl
Gustav Mullerried iniciados en 1928 que reiteraron la creencia zoque en
relación al cerro, quien tras estudiar la zona concluyó -cinco años después-
que, en efecto, El Chichón era el único
volcán activo en el sureste de México, ubicado entre los ríos Sayula y Platanar
(Mullerried, 1957: 58).
La presencia del geólogo había
sido motivada por los constantes rumores de la población zoque sobre una
supuesta erupción, luego de que un indígena se había quemado parte de la pierna
al hundirse en uno de los agujeros solfatáricos. (Cervantes-Borja, et al, 1983:
102).
A la par de las exploraciones científicas, las familias zoques que
habitaban las márgenes del río Susnuvac y en los barrios de Chapultenango
comenzaron a expandir su frontera agrícola hacia el cerro del “Tzitzun Cotzak”
provocados por diversos movimientos ocurridos en la región, según algunas
versiones orales.
Los testimonios de Filiberta Domínguez Gómez (Ixtacomitán, 2010)
confirman la situación que privó hacia
la primera y segunda década del siglo XX. Refiere que sus abuelos trabajaban
tierras cercanas al río Susnubac, mucho antes del reparto agrario, mientras
que, Jacinta Gómez, de 86 años asentada en Rayón recuerda que su madre Sergia
Sánchez, tuvo que huir a las montañas durante la revolución, pues eran común
que los rebeldes se robaran y violaran a las mujeres. En la época de la “quema
de santos” de Garrido fueron reconcentrados por órdenes del gobierno en
Chapultenango. (Entrevistas, 2011).
Estos hechos registrados en Chapultenango a partir de 1911, como el paso
de los rebeldes zapatistas, quienes saqueaban casas y robaban animales
domésticos; la rebelión delahuertista de 1923 en Pichucalco y finalmente, la
política anticlerical impulsada por el Gobernador de Tabasco, Tomás Garrido
Canabal, parecen explicar una primera
causa del éxodo de las familias zoques hacia las tierras del Volcán,
principalmente desde 1916, (Vease, Ortíz
Herrera et al, 2009: 290). Una segunda causa obedece a la motivación del auge
del reparto agrario en el país, iniciado con mayor fuerza a partir de la
tercera década del siglo XX.
De ahí que, el censo levantado por el Gobierno de la República el 15 de
mayo de 1930 encontrara a un grupo de
familias con posesiones de
tierras y caseríos dispersos sobre las márgenes del río Susnubac, a la que en
su conjunto denominaban Ranchería Susnubac (INEGI, 1930), tierras que se
encontraban muy cercanas al cerro del Tzitzun Cotzak.
Una versión diferente es la que sostiene Báez-Jorge (1975: 165), quien afirma que el éxodo hacía las nuevas
tierras se hizo por grupos familiares pertenecientes al mismo barrio [del
poblado Chapultenango], manteniendo así su identidad corporativa: la gente de
los barrios de Yumiwindok se fueron a
Guadalupe Victoria y Esquipulas Guayabal; el Carmen Tonapak fue fundado por 15
familias del Cusomo...”
No obstante la ocupación de tierras sobre la ribera del rio Susnuvac, es
a partir de la década de los treinta, cuando asesorados en muchos casos, por
los propios kirawa (ladinos) que
controlaban el poder político en Chapultenango, las familias presentaron ante
las instancias agrarias - en ese
entonces Comisión Agraria Mixta dependiente del Departamento de Colonización
(Hoy Secretaría de la Reforma Agraria)- los trámites de solicitud de dotación
de tierras para satisfacer sus necesidades agrarias, no sin antes, enfrentar
verdaderas atrocidades y resistencia por parte de los caciques regionales, como
el asesinato del agrarista Angel Varela (Baéz-Jorge, 1985).
Pese a ello, fundaron los núcleos agrarios sobre las tierras nacionales
cercanas al Volcán, mismas que de acuerdo con el botánico tabasqueño José
Narciso Rovirosa Andrade no despertaban “ninguna ambición de los habitantes
[ladinos], porque allí se hace difícil, sino imposible, el cultivo de cacao”
(Secretaría de Fomento, 1886: 93).
Es quizá esta visión colonizadora de las tierras manifestada a través de la producción del cacao que los
zoques fueron confinados y empujados
hacia las tierras “menos
productivas” y de difícil acceso durante el proceso del reparto agrario en la
región, comprendido éste de 1951 hasta 1982, en la que, el Gobierno dotó a de
17 miles de hectáreas de tierras de propiedad social con 17 acciones agrarias para beneficiar a las familias
campesinas de Chapultenango.
Durante todo el reparto, las instancias agrarias siempre respetaron las
tierras de uso privado de las haciendas y ranchos como Sonora, La Asunción y La Alianza, principalmente, y
solo algunas acciones agrarias ubicadas en Francisco León fueron afectadas
parcialmente.
En otros casos, las propiedades fueron amparadas por las autoridades
agrarias por medio de los certificados de inafectabilidad como el caso de La
Alianza (Ascencio Franco, 2009) o con la modificación del plano proyecto de
dotación como el caso del núcleo agrario Esquipulas Guayabal para no afectar a las fincas, como los casos
de San Antonio y Montevideo, en virtud de que eran de explotación ganadera.
(DOF, 1951). Hubo, una protección hacia las tierras ganaderas, especialmente, a
los pequeños propietarios.
Las tierras estaban dedicadas principalmente a la agricultura y a la
ganadería, tanto en la propiedad privada como en la social.