http://photos1.blogger.com/blogger/7442/2375/1600/blog1.0.jpg(otra portada) El Sur Global: 29 dic 2014

lunes, diciembre 29, 2014

Finqueros armados y guadalupanos [fragmento]

Fragmento de “La rebelión delahuertista en Pichucalco, Chiapas, 1923-1924. Reconstrucción de hechos”
Publicado originalmente en “Anuario 2011, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas [2013]. Primera edición, Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica: Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Pp 89-121”.
La noticia de la decisión de Adolfo De la Huerta de postularse como candidato del Partido Cooperatista Nacional tendría efectos hasta en los pueblos del norte de Chiapas, principalmente en la ribera del Platanar de  Pichucalco, hasta donde llegarían algunos enviados del General Guadalupe Sánchez y otros delahuertistas, para realizar trabajos de conspiración y reclutamiento, durante el mes de noviembre de 1923.
En el resto del estado, la tranquilidad parecía un imperativo y la región de Pichucalco no parecía preocupar al gobierno local, puesto que, los grupos rebeldes inconformes y rebeldes que habían actuado desde 1911 como Juan Hernández, Fidel Ramos y otros, habían optado por reconocer el Plan de Agua Prieta y vuelto a la vida civil. No eran pues, una amenaza armada para el gobierno mapache de Tiburcio Fernández Ruiz.
Sin embargo, en la hacienda Santa Martha, propiedad de la  sucesión de Cándido Ortíz Almeida, ubicado en la Ribera del Platanar cerca de los límites Chiapas-Tabasco, las visitas del General veracruzano Quintiliano Gavilla y del tabasqueño Plinio García eran frecuentes. Tenían la intención de levantar en armas a la región ante la inminente ruptura Obregón-De la Huerta.
Los enviados del General  Sánchez, Quintiliano Gavilla y Plinio García -este último en calidad  de delegado del Partido Cooperatista Nacional y Comité Pro de la Huerta – lograron reunir a un grupo de personas voluntarias, entre ellos al Presidente Municipal de Pichucalco, Heraclio Juárez Toledo, un prominente finquero de 44 años de edad, de la hacienda San Antonio el Cocal; a la propia familia Ortíz Rendón, propietaria de la finca Santa Martha; a Rubén Quintero y a otros hacendados de la región.
Los veracruzanos consiguieron que el 8 de diciembre de 1923, algunos finqueros locales como Heraclio Juárez Toledo firmaran el acta revolucionaria del movimientodelahuertista, en la que, manifestaban su desacuerdo con la política de Obregón.
Los “revolucionarios delahuertistas” de la Hacienda Santa Martha al sostener que era “imposible seguir la lucha en el terreno de la democracia para hacer triunfar al candidato popular de la República Mexicana”, acordaron desconocer al Presidente de la República Alvaro Obregón y crear el Ejército Revolucionario “Brigada Guadalupe Sánchez. Chiapas-Tabasco” reconociendo como jefe del movimiento local en Pichucalco al propio General Quintiliano  Gavilla y jurando que mantendrían “a la altura de su decoro y moralidad de dicha brigada”.[1]
El grupo revolucionario asumió como leyenda el “sufragio efectivo. No imposición”, en alusión a las decisiones de Obregón, mismos que serían conocidos posteriormente como la brigada de “los guadalupanos”, en honor al General Guadalupe Sánchez, quien dirigía la lucha armada desde el estado de Veracruz,  y quien organizaba la estancia del propio Adolfo de la Huerta, que para esas fechas se encontraba en el puerto veracruzano.[2]
En el caso del departamento de Pichucalco, los nombramientos de los jefes del movimiento habían recaído en el propio General Quintiliano Gavilla y nombrado Coronel, Heraclio Juárez Toledo, quienes se harían cargo de la organización de la revuelta en la región.
El movimiento pronto logró sumar adeptos, principalmente de finqueros de Ixtacomitán, Chapultenago, Juárez, Ixhuatán y Pichucalco, quienes no solo aportaban armas, recursos económicos, contingentes, sino también participarían en la organización activa de la rebelión, pues, a muchos de ellos, no solamente los unía la amistad y alguna relación familiar, sino los constantes acosos revolucionarios de los tabasqueños y chiapanecos desde 1911.
Los hermanos Frumencio Pastrana, de la Finca Sonora en Chapultenango y Felipe Edison, quienes habían sufrido los acosos de las incursiones de los maderistas en 1911 y de las tropas zapatistas de Rafael Cal y Mayor en 1916,  esta vez se enlistarían entre las tropas.  Otros como Manuel Díaz F., se sumarían desde el municipio de Ixhuatán, y a su vez, obtendría el grado de Teniente Coronel dentro del grupo rebelde.
Por el rumbo de Copainalá, se sumarían Juan Galán, Hilario Calderón y otros[3]. Incluso, miembros de las Defensa Social de Teapa, Tabasco al mando de Pedro Calzada del Aguila pondrían a disposición del movimiento algunos hombres armados.  La rebelión local pronto reconoció, no solo a Guadalupe Sánchez como la figura principal del movimiento, sino también al General Alberto Pineda Ogarrio, quien como Jefe de las Operaciones Militares del gobierno Obregonista en Tabasco, guardaba simpatía con la región.
En las regiones zoques de Ocotepec, Pantepec, Tapilula, San Bartolomé Comistahuacán (Hoy, Rayón), el movimiento parece haber obtenido escaso apoyo popular, pues, sus habitantes optaron por la vía institucional del gobierno mapache, dirigido desde Tuxtla Gutiérrez y “huir hacia las montañas”.

Parque Hidalgo de Pichucalco, a principios del siglo XX. Foto: MF México
Parque Hidalgo de Pichucalco, a principios del siglo XX. Foto: MF México
La organización de la rebelión: Auge y caída 
Al sumarse al movimiento delahuertista el General Alberto Pineda, una de sus primeras tareas fue atacar la capital tabasqueña, Villahermosa, en conjunto con los hermanos Carlos y Alejandro Green, ciudad que se encontraba defendida por las fuerzas gobiernistas del General Vicente González y del gobernador Tomás Garrido Canabal, en enero de 1924. En la región, el General Quintiliano Gavilla tuvo que marchar hacia Villahermosa para reforzar a los hermanos Greene y al propio Pineda con  200 elementos de caballería y 50 de infantería que tomó de Pichucalco[4]. Días después el Coronel Plinio García intentó buscar a Gavilla en Pichucalco, pero fue en vano: en la región ya no se encontraba.[5]
Después Tabasco, Pineda Ogarrio invadió Chiapas y tomó el camino del norte de la entidad rumbo a San Cristóbal junto a su ejército rebelde integrado por antiguos combatientes tabasqueños y chiapanecos del norte del estado, principalmente.  Ante la amenaza y como precaución [el gobernador] Fernández Ruiz cambio la sede de su gobierno a Tapachula, mismo que fue declarado Cuartel General de la zona al mando del General Donato Bravo Izquierdo [6] y desde ahí, se planearía toda la ofensiva militar para sofocar a los rebeldes delahuertistas, que sumaban adeptos en el norte y altos de Chiapas.
El gobierno de Chiapas, no sólo realizó los cambios políticos-administrativos hacia Tapachula, sino también preparó “diez mil dólares para la compra de mil carabinas y cien mil cartuchos, de lo cual solamente recibió el Gobierno 250 carabinas y los 100,000 cartuchos pagados al General Donato Bravo Izquierdo el 19 de enero de 1924,  por conducto de Revuelto Sucesores en Tapachula”[7], armamentos y municiones que ocuparían contra los rebeldes.
En un intento por legitimar su poder y llamar nuevamente a las armas, el Generalmapache convocó al pueblo chiapaneco, principalmente del centro del estado, donde le guardaban cierta simpatía, a defender al Gobierno Federal y a la paz amenazada. Pero sólo pudo reunir un escaso regimiento.  La fuerza más importante provendría del poder militar del gobierno federal, a través del General Donato Bravo Izquierdo, quien en su calidad de jefe de operaciones militares en la entidad, asumió el mando, para sofocar a la rebelión.
Terminada la batalla en Tabasco, ese mismo 15 de enero, el finquero Heraclio Juárez Toledo asumiría la plaza como Comandante Militar Interino en el departamento de Pichucalco designado por el propio General Quintiliano Gavilla, quien como se ha dicho se dirigía a atacar Villahermosa, dejando únicamente un destacamento de 50 hombres armados en el lugar.
La salida temporal de Gavilla hacia Tabasco permitió al Coronel Juárez operar en toda la comarca, aprovechando su influencia con parientes y amigos hacendados como los Pastrana de Ixtacomitán y Chapultenago, los Ortiz de la Ribera del Platanar  y otros de Pichucalco, a quienes invitaría a participar activamente en el movimiento delahuertista.  Particularmente a Nicolás López, radicado en Tuxtla Gutiérrez dirige una carta en la que invita al pueblo chiapaneco a respaldar el movimiento revolucionario “y no estén a la imposición descarada que el gobierno del señor Obregón a querido imponer a la nación mejicana”.[8]
En los primeros meses del año,  la rebelión delahuertista en la región parece tener un dominio total sobre la región de Pichucalco, desde el municipio de Reforma hasta San Bartolomé [Hoy, Rayón] y de Copainalá hasta Ocotepec, donde establecen los grados militares y el mando en los municipios de su influencia.
Durante ese tiempo, los jefes “revolucionarios” asumieron el resguardo y la tranquilidad aparente de la zona, lo mismo que perseguir a bandoleros, saquear  comercios para abastecerse, imponer préstamos monetarios, tomar animales de carga o comida, controlar la seguridad pública o impedir a las autoridades constitucionales ejercer sus funciones. La zona se había convertido en un bastión importante de los rebeldes, bajo su control territorial político, administrativo-hacendario y militar. Por eso, cualquier otro acto de rebelión ajeno a los intereses de los finqueros intentarían sofocarlo bajo cualquier medida, pues tendrían clara la encomienda de guardar la seguridad de la región. Tan pronto aparecía un grupo armado, inmediatamente se organizaban actos para someterlos, bajo el pretexto de preservar la causa a favor de la rebelióndelahuertista.
Esto parece confirmarse con una de las instrucciones del Coronel Juárez Toledo girada el 20 de enero de 1924 al Teniente Manuel Díaz de Ixhuatán, a quien ordena la búsqueda de un grupo armado que operan en la región con ocho o diez hombres comandados por Prisciliano Mayorga.
“Estos individuos armados constituyen una amenaza para los pacíficos y amigos simpatizadores de nuestra causa. Invito a usted, de la manera más atenta como amigo y compañero, para que ordene a la comisión que mande a aprehender a los mencionados bandoleros, se pongan de acuerdo con la mía en el pueblo de Solosuchiapa, o en el lugar que juzgue más conveniente…”[9]
Revolución 21. Acta revolucionaria levantada en la Finca Santa Martha, Pichucalco en diciembre de 1923. Fuente Archivo de la Finca San Antonio El Cocal, Pichucalco, Chiapas
Revolución 21. Acta revolucionaria levantada en la Finca Santa Martha, Pichucalco en diciembre de 1923. Fuente Archivo de la Finca San Antonio El Cocal, Pichucalco, Chiapas

En enero 25, el capitán 1ro. Felipe Méndez jefe de la Guarnición en Pichucalco consulta la posibilidad de vender algunas reses que han obtenido en la región.  El Coronel Juárez Toledo se opone, pues los animales han sido prometidos al general Alberto Pineda para el mantenimiento de sus tropas. A cambio, envía a Méndez la cantidad de 20 pesos.[10]
Para fines de ese mes, el General Quintiliano Gavilla y su escolta  retornan a Pichucalco para hacerse cargo nuevamente de la plaza, tras cumplir “algunas encomiendas en Tabasco”[11]. Volvieron para encontrarse con el Coronel Juárez Toledo, quien para esos días, había logrado incorporar entre sus tropas a los finqueros de la región y tejer una amplia red hasta San Cristóbal de las Casas.  Todos ellos, marcados por historias en común, del saqueo de sus fincas o comercios durante la llegada de los revolucionarios tabasqueños en 1911 y de los carracas[12] en 1914 o por la quema de sus haciendas de cacao durante el ingreso de las tropas zapatistas de Rafael Cal y Mayor, en Pichucalco a partir de 1916.
Cuando Pineda Ogarrio ingresó a tierras Chiapanecas en los primeros días de enero de 1924, lo hizo por el Departamento de Pichucalco, ordenando se avanzara hacia San Cristóbal bajo la consigna de combatir al gobierno de Obregón y particularmente al gobernador de Chiapas, Tiburcio Fernández Ruiz.
A su paso por Pichucalco, algunos de la región secundaron al General Alberto Pineda como el propio General Quintiliano Gavilla y el Coronel Heraclio Juárez, quienes enfilaron hacia los altos de Chiapas.
Con ellos también se enlistaron algunos jóvenes hijos de finqueros de la región como Frumencio Pastrana o militares con experiencia como César A. Lara, originario de Pichucalco. Todos siguieron por el rumbo de Ixtacomitán, Solosuchiapa, Pueblo Nuevo y Bochil hasta San Cristóbal de las Casas.
“…pero durante su trayecto fueronse agregando otros contingentes rebeldes a las órdenes de los generales Manuel Ferrer Vega, César A. Lara, Mario Ferrer y otros jefes, haciendo un total de 1400 hombres. Lo lamentable es que de todos estos combatientes solo Gavilla obedecía órdenes de Pineda, pues los otros querían obrar por su propia cuenta…”[13]
El contingente avanzaría por los pueblos, no si antes, imitar el modelo de la “mapachada” de Tiburcio Fernández Ruiz o de las tropas zapatistas de Cal y Mayor, quienes saqueaban cuanta población encontraran a su paso, muestra de ello es el ingreso de Frumencio Pastrana, que con el grado de Coronel se presentaría con 25 hombres armados en el pueblo de Ocotepec atemorizando a la población con prestamos forzoso de 166 pesos y llevándose algunas pertenencias, en el mes de febrero de 1924. Ante el temor, las autoridades suspenden las actividades del ayuntamiento, pero los alcaldes permanecen “leal al supremo gobierno” y algunos pobladores huyen hacia las montañas para refugiarse.[14]
En la hacienda la Soledad, propiedad de Tomás Alvarez, ubicado en Pantepec, los rebeldes se llevaron todo y “los pocos baldíos [campesinos] que ahí colonizaban huyeron enbuidos del terror, todo ha sido robado y quemado, los animales de crianza, vacuno, caballar, aves de corral, las cercas destruidas, no hay sementeras y hasta las puertas de los pequeños edificios arrancadas para hacer leña y asar los animales que ahí existían.”[15]
En Ixtapanganjoya, las familias de Anacleto Salazar, Emerenciano Aguilar y Aurora A. Gómez se quejarían de varios destrozos causados por las tropas rebeldes a su paso por sus fincas y en el pueblo. En Ixhuatán, el presidente municipal se quejaría del robo de “bestias y víveres” que realizaron las tropas a su paso. En Tapilula y San Diego la Reforma, los daños no se podrían precisar, pero básicamente se llevaban maíz, frijol y caballos. En Rayón, el ayuntamiento dejaría de funcionar por la inestabilidad de la región. [16] Todos coincidían en denunciar  “demasiados atropellos y amenazas” al paso de los rebeldes.
Finalmente a finales del mes- febrero-, el General Alberto Pineda tomó su pueblo natal San Cristóbal de las Casas sin mayores problemas y sin tropezar con las tropas federales. Desde ahí, dirigiría toda la campaña militar, considerado a partir de ese momento como el último reducto del movimiento delahuertista, pese a que la rebelión agonizaba, pues el 14 de ese mes, Adolfo de la huerta decidió abandonar el país desde Frontera Tabasco rumbo a la Habana, Cuba.[17], por la presión interna de sus seguidores cercanos y del gobierno de Alvaro Obregón.
No obstante el visible fracaso del movimiento rebelde, los pichucalqueños y tabasqueños continuarían fieles al regimiento de Pineda Ogarrio y al delahuertismo que aun resistía en algunas plazas de Campeche, Tabasco y desde luego Chiapas.
Para marzo de 1924, desde San Cristóbal de las Casas, el Coronel Juárez Toledo figuraba ya como parte del grupo cercano del General Alberto Pineda,  mientras el General Quintiliano Gavilla – también desde San Cristóbal- solicitaba ayuda a su amigo Arturo Esperón, radicado en Villahermosa Tabasco, para su colaboración en el traslado y garantías al subteniente  Jorge Domínguez, quien se trasladaba al Puerto de Veracruz, para una “comisión importantísima, para la causa que perseguimos y para la organización de la brigada que es a mi órdenes”[18].  Los rebeldes aun mantenían la esperanza del resurgimiento de las fuerzas aliadas en Veracruz.
En los meses de febrero y de marzo de ese año, el General Donato Bravo Izquierdo, como jefe de las operaciones miliares en Chiapas enviado por el gobierno de Obregón, habría de ordenar dos ofensivas celebres contra los rebeldes en Chiapas, en coordinación con las fuerzas del gobierno local de Fernández Ruiz al mando del Coronel Auxiliar Sinar Corzo, pues parte de las tropas de Pineda Ogarrio se encontraban en Ixtapa, a escasos 40 kilómetros de la capital Tuxtla Gutiérrez.
En la primera de las ofensivas, el 27 de febrero de 1924, las fuerzas gobiernistas ingresarían a Ixtapa con un resultado adverso. Algunos pichucalqueños de la brigada “Guadalupanos” participarían en la batalla, dando muerte al Teniente Coronel Victorino Osorio[19] de las fuerzas del General Donato Bravo, presuntamente asesinado por manos del Coronel Frumencio Pastrana, quien defendía la plaza por parte de losdelahuertistas.
Después del ataque y del resultado, las tropas federales se retiraron temporalmente hacia Tuxtla Gutiérrez esperando “la llegada de fuerzas de línea bien pertrechadas”, mientras, los pinedistas se reforzarían con más tropas que provendrían de San Cristóbal.
Como esperando lo peor, días después, -el 19 de marzo- desde San Cristóbal, el Coronel Heraclio Juárez logró escribir una carta a uno de sus sobrinos, en la que reafirmaba su convicción y su seguridad de triunfo del movimiento armado, pues no llevaba “la ambición de seguir esta carrera por ostentar grados ni pedir recompensas, sino que mi idea es que el gobierno que se instale vea el bienestar de nuestro querido país, y que no olvide que aunque sea con un grano de arena contribuí a la organización de la patria…”[20].
Las tropas pinedistas continuaban acantonados en Ixtapa. El propio general Alberto Pineda ordenó desde San Cristóbal el envío de 300 hombres al mando del General Juan Alonso para reforzar la retaguardia que mantenían sobre la finca Tierra Colorada, en tanto, las tropas de Bravo Izquierdo se movían hacia Chiapa de Corzo, “ante la incapacidad de avanzar sobre San Cristóbal”.[21], territorio pinedista.
El propio Pineda Ogarrio se encontraba estacionado en San Felipe Ecatepec y La Ventana, cerca de San Cristóbal.
“Con estos informes, el 23 de abril [1924] los ciudadanos coronel Zinar Corzo y Mayor J. Mario Rosado a la cabeza de 250 hombres de regional del estado salieron de Chiapa haciendo alto en el pueblo de San Gabriel, de donde salieron a la una de la mañana del siguiente dia llegando a los aledaños de Ixtapa. El mismo día 23 salió Bravo Izquierdo con el 3º, 47 y 63 regimientos de caballería, el 1º de auxiliar del estado, 16 batallón de línea y una batería de dos piezas de 80 milímetros”[22]
Y en efecto, Donato Bravo y el gobernador Tiburcio Fernández Ruiz trazaron desde Chiapa de Corzo un plan militar que incluía la participación de la escasa flotilla de la aviación militar para sofocar la rebelión y el último reducto delahuertista acantonado en Ixtapa.
Finalmente, los 1,300 hombres de las tropas gobiernistas recibieron la orden de avanzar a las 4 de la madrugada aquel 24 de abril de 1924. Los aviones militares despegaron a las seis de la mañana desde el campo militar de Tuxtla Gutiérrez.[23]
Enterado de las maniobras, Pineda ordenó el repliegue de las fuerzas y concentrar a todos en San Cristóbal de las Casas. El general Juan Alonso, creyendo poder resistir, desobedeció las órdenes y permaneció en Ixtapa, hacia donde las tropas federales y estatales avanzaban. Sólo Quintiliano Gavilla que se encontraba en Chiapilla marchó hacia san Felipe Ecatepec para encontrarse con Pineda y  con los más de mil hombres de infantería, caballería y ametralladoras. El ataque a Ixtapa era inminente.
Esta segunda ofensiva, entre las tropas federales y estatales, dejaron para los rebeldes pinedistas un saldo desastroso después de seis horas de combate en el pueblo, pues el principal líder de la plaza, el General Juan Alonso, de origen español, había sido capturado junto a 190 rebeldes, entre ellos, algunos pichucalqueños, sobresaliendo Frumencio Pastrana Gordillo, y dejado entre las barrancas del pueblo un sinnúmero de muertos.  El final había sido trágico y el ocasión del movimiento delahuertista en Chiapas.
Un triunfante General Donato Bravo Izquierdo rindió su parte militar al Secretario de Guerra y Marina, en la que manifestaba que la defensa de la plaza de Ixtapa se había realizado en medio de una resistencia tenaz, pero habría sido inútil ante el valor de sus soldados, según escribió en “Lealtad Militar”, su memoria.
Sobresale la captura de Frumencio Pastrana Gordillo, por ser hijo de uno de los finqueros más conocidos de la región de Chapultenango, sobre quien pesaba acusaciones de castigos y malos tratos a los mozos de sus haciendas, pero sobre todo, porque marcaría el fracaso de los hacendados regionales incorporados al movimiento armado delahuertista.
Un testigo narra el fusilamiento de Frumencio Pastrana en el Panteón de Tuxtla Gutiérrez, ocurrido en los últimos días de abril, cuando  un piquete de soldados al mando de Arturo Rincón marchaba sobre las 2ª. avenida sur del poniente hacia el oriente de Tuxtla Gutiérrez conduciendo a tres prisioneros pichucalqueños, entre ellos a Pastrana, quien había pedido la llegada de sus familiares para dejar una carta.
La señorita Blanca Paz, hija de Manuel Paz Contreras, y pariente de Pastrana fue quien llegó al panteón. Pidió permiso para ver a su familiar Frumencio, quien escribía la carta sentado, y al terminarla se puso de pie.
“Los tres prisioneros fueron conducidos a un costado de la ermita hecha de adobe y tejas de barro que se encontraba casi al frente del actual.  Al escuchar los disparos, varios chamacos saltamos el corral de piedras del panteón dirigiéndonos al lugar del fusilamiento.
Recuerdo haber contemplado un cuadro macabro, tres hombres tirados en el suelo completamente ensangrentados; dos completamente inmóviles. Solamente el cuerpo de Pastrana se retorcía entre los estertores de la muerte; hubo la necesidad de le dieran el tiro de gracia”.[24]
Sobre este mismo suceso, el capitán 1º Gustavo López narra en su obra “Chiapas y sus epopeyas libertarias” lo siguiente:
“En cuanto al cabecilla Frumencio Pastrana fue sujeto a un consejo de guerra que ya era de esperarse, lo condenó a la última pena. Hombre de dinero consistente en fincas rústicas de la zona de Pichucalco puso en juego sus elementos pecuniarios para salvarse del patíbulo, hasta el grado de mandar ofrecer una de sus fincas a la viuda de Osorio, señora Sara Sobrino, pues siendo ella la perjudicada directamente con la desaparición de su esposo se llegó a creer que mucho podría influir entre los jefes militares de quien pendía la vida de aquel hombre. La noble dama rechazó con dignidad la oferta, agregando que no vendía la sangre de su esposo. Después, quizá, impulsada por sentimientos humanitarios reflexionó, diciendo que si para salvar a Pastrana valía una indicación o súplica de ella no tenían inconveniente en hacerla, pero no a cambio de dinero que desde luego rechazaba, y se dirigió a Fernández Ruiz [Gobernador del Estado] en tal sentido, pero este General permaneció inflexible y al final de tantas gestiones, fue pasado por las armas en el cementerio de esta propia capital.”[25]
Un salvoconducto gestionado por sus propios familiares ante el Gobernador Tiburcio Fernández habría llegado demasiado tarde al panteón de Tuxtla Gutiérrez, donde un pelotón ya había disparado al cuerpo. Su hermano, Felipe Edison había logrado escapar de aquel fusilamiento, pues, cuentan sus familiares que, el día de la batalla de Ixtapa, decidió bajar a Tuxtla Gutiérrez para visitar a su entonces novia Dolores Castellanos[26].
Ambos eran hijos de  Frumencio Pastrana y Abelarda Gordillo, hacendados de la finca Sonora en Chapultenango, de quienes pesaba diversas acusaciones de explotación a los mozos y a quienes las tropas maderistas tabasqueñas y chiapanecas de Domingo C. Magaña, habían quemado parcialmente su finca en 1911 y posteriormente las tropas zapatistas de Rafael Cal y Mayor.
Desde luego, la suerte de Heraclio Juárez no habría sido la misma que la de Pastrana, pues, se encontraba sano y salvo con Pineda Ogarrio en San Cristóbal, donde después del combate de Ixtapa esperarían el ataque de 1,800 hombres en las posiciones de San Felipe Ecatepec, -defendido por Quintiliano Gavilla[27] -y  la Ventana, mismos ataques que mermarían las fuerzas pinedistas el 1 de mayo de ese año.
Tras las derrotas en Ixtapa y San Cristóbal, Pineda junto a Heraclio y sus tropas se replegaron hacia Ocosingo, en espera de la llegada y el apoyo del General Cándido Aguilar, quien aún resistía dentro de los líderes visibles del movimiento delahuertista en el país.
En el mes de junio, con 500 hombres armados, Aguilar proveniente de Campeche pasó a Tabasco y luego a Bachajón en la región Chol de Chiapas, donde sufrió algunas bajas por un combate con las tropas federales en medio de la selva. Luego se dirigieron hacia Comitán  y finalmente se replegaron hacia Guatemala. El propio General Cándido Aguilar- yerno de Venustiano Carranza- ordena al General ex felicista Federico Aparicio Villaseñor, quien se encuentra en Salto de Agua, se traslade a la zona de Santa Margarita, en los límites de Chiapas- Tabasco para que inicie operaciones militares en la región en conjunto con Fernando Segovia.
Por eso días, con la moral baja, algunos pichucalqueños desertaron de las tropas pinedistas y regresaron a la región para dedicarse a la vida privada. Entendían que la lucha había llegado a su fin. En su retirada desde San Cristóbal fueron acusados de haberse traído algunas armas. Pineda ordenó al Coronel Juárez Toledo investigar los hechos.
A partir de julio, tras la derrota del movimiento, el Gobierno parece haber iniciado la lenta recuperación del territorio en manos rebeldes. En algunas regiones como Pichucalco y Simojovel se encontraron ciertas resistencias, pues, algunos líderes parecían encontrar ahí un corredor natural de escape hacia Guatemala. Pero también, al tratar de restablecerse el orden, los grupos que buscaban espacios de poder resurgieron aprovechando las elecciones federales y el vacío del gobierno mapache en la región tras la rebelión, como el caso de los hermanos Vidal Sánchez, de Pichucalco.
Volver al orden: Autores, cómplices y encubridores.
Si bien, durante los primeros seis meses de 1924, el movimiento rebelde chiapaneco logró un auge importante dado el respaldo militar de tabasqueños y veracruzanos, además de un incipiente apoyo de finqueros chiapanecos del norte del estado, al grado de ocupar 7 de los 12 departamentos políticos de Chiapas, es decir, casi la mitad del territorio permanecía bajo control delahuertista, éste se debilitaría tras la  salida de Pineda Ogarrio de Chiapas.
Tras los asesinatos y exilios de los principales líderes de la rebelión, el gobierno constitucional restablecería el orden en la región de Pichucalco y en los departamentos restantes, con mayor fuerza. El 11 de julio, el gobierno federal emitió una circular, expedido por el propio Presidente Obregón en la que solicitaba informes para evidenciar a los “servidores públicos de la Federación o del Estado como particulares que hayan secundado la rebelión de diciembre último como autores, cómplices o encubridores”.[28]
Tal documento sería utilizado como arma perfecta para las venganzas políticas y el resurgimiento de viejas rencillas familiares en Pichucalco, entre ellas, contra el Coronel Juárez Toledo.  En Tapalapa, el presidente municipal, M. Villarreal  descartó que en la zona haya habido participación de federales o civiles en el movimiento. Para septiembre, el alcalde de Amatán, Dionicio González dijo desconocer el contenido de la circular. En Tapilula, el Presidente Municipal, Ignacio Solórzano, informó que los únicos servidores públicos que existían en la localidad, como el agente de correos y el juez del registro civil,  no habían secundado el movimiento delahuertista, “ni mucho menos haberse complicado”.
En tanto, el alcalde de Tapalapa, Odilio Hernández detalló que los “indígenas analfabetas, así como sus autoridades municipales, todas han permanecido fieles al gobierno del estado; como lo prueban con los avisos que se han dado al gobierno del estado en las pasadas de los revolucionarios por este municipio en varias ocasiones”[29]
Pero el Coronel Heraclio Juárez, quien aun se encontraba con Pineda Ogarrio, fue víctima del ex jefe político de Pichucalco, Ponciano Rojas, un hacendado de 67 años de la finca La Crimea, quien con el apoyo de Manuel López, jefe de hacienda de Tabasco ordenó incautar los bienes de los rebeldes, particularmente, la hacienda San Antonio el Cocal y otra finca urbana en Pichucalco, “sin intervención de ninguna autoridad, y sin más trámite que una acta, en julio de ese año.[30]
Ponciano Rojas y Heraclio Juárez, viejos conocidos de la región, si bien no pertenecían al mismo bando durante la rebelión, si compartían amistades desde tiempo atrás, pues sus fincas San Antonio el Cocal y La Crimea, por decirlo de alguna manera, pertenecían a la misma región- ribera del Platanar y ribera del Camoapa- del departamento de Pichucalco, y más aún, compartían lazos familiares con la Familia Ortiz Rendón, de la finca Santa Martha.
Los principales líderes del movimiento terminaron en el exilio en Estados Unidos, y algunos asesinados en territorio chiapaneco como el General Salvador Alvarado en “El Hormiguero” cerca de Palenque en el mes de junio; el General Basilio García Aranda en Simojovel en julio; el General Fernando Segovia capturado en noviembre en La Chontalapa y fusilado en Frontera, Tabasco, y los hermanos Alejandro y Carlos Green caen muertos en el mes de diciembre en Cárdenas Tabasco, mientras que, los generales Alberto Pineda y Cándido Aguilar lograron alcanzar la frontera con Guatemala para reunirse con otros ex líderes delahuertistas exiliados[31]. La rebelión prácticamente había terminado.  En octubre de ese año, el coronel Juárez se acogió a la amnistía decretada por el gobierno y dos meses después, su esposa Edelmira Hernández habría de solicitar al gobierno la devolución de las fincas incautadas, entre ellas, San Antonio el Cocal.

[1] AF-CP. Acta del 08 de diciembre de 1923, firmado en la Hacienda Santa Martha. Mecanografiado. Finca San Antonio el Cocal, Pichucalco, Chiapas. Junio, 2011.
[2] CASTRO Martínez, Pedro Fernando. “Adolfo de la Huerta”. Siglo XXI editores. 1998.  Pág. 209.
[3] UNICACH-CUID. Informe del Presidente Municipal de Ocotepec  J. Vázquez, al Secretario de Gobierno el 25 de agosto de 1924. Archivo Histórico de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Libro Sección Guerra Tomo I, año de 1924. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
[4] AF-CP. Cantoral Pértez. Carta de Heraclio Juárez Toledo a Nicolás N. López,  fechado en Pichucalco, Chiapas el 17 de enero de 1924. Junio, 2011.
[5] Archivo de la familia Gavilla Castillo. (AF-GC, en adelante). Telegrama del Coronel Heraclio Juárez Toledo al Coronel Jefe del Estado Mayor, Plinio García, del 28 de enero de 1924. Reforma Chiapas.
[6] BENJAMIN, Thomas L. Op cit.. Pág. 183
[7] UNICACH-CUID. Informe del C. Gobernador Interino General Tiburcio Fernández Ruiz, del 01 de noviembre de 1924. “Memorias e informes de los Gobernadores de Chiapas 1901-1952”. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Consulta versión electrónica. Pág. 8
[8] AF-CP. Carta de Heraclio Juárez Toledo a Nicolás N. López,  fechado en Pichucalco, Chiapas el 17 de enero de 1924.
[9] AF-CP. Carta de Heraclio Juárez Toledo a Manuel Díaz, fechado en Pichucalco, Chiapas el 20 de enero de 1924.
[10] AF-GC. Carta del Coronel Heraclio Juárez Toledo al Capitán Felipe Méndez, 25 de enero de 1924. Reforma Chiapas.
[11] AF-GC. Carta del Coronel Heraclio Juárez Toledo al General de División Alberto Pineda Ogarrio, 30 de enero de 1924. Archivo de la familia Gavilla Castillo. Reforma Chiapas.
[12] Nombre con el que se conoció a las tropas Carrancistas en 1914. Ver libro de “Ejército de Ciejos” de Antonio García de León o de texto de Sofia Mireles Gavito, en la  “Independencia y Revolución de Chiapas”
[13] LOPEZ Gutiérrez, Gustavo. Chiapas y sus epopeyas libertarias. Tomo III. 2ª. edición. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 1942 Pág. 283.
[14] UNICACH-CUID. Informe del Presidente Municipal de Ocotepec  J. Vázquez, al Secretario de Gobierno el 25 de agosto de 1924. Archivo Histórico de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Libro Sección Guerra Tomo I, año de 1924. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
[15] UNICACH-CUID. Carta de Tomas Álvarez al Gobernador del Estado, de fecha 19 de agosto de 1924. Fondo Secretaría General de Gobierno.-  Sección Hacienda. Tomo V. 1924 (Se respeta la redacción original de ese periodo).
[16] UNICACH-CUID. Informes de los Presidentes Municipales de Ixhuatán,  Tapilula e Ixtapangajoya al Secretario de Gobierno el 12 de agosto, 22 de agosto y 3 de octubre de 1924, respectivamente. Libro Sección Guerra Tomo I, año de 1924. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
[17] CASTRO Martínez, Pedro Fernando. “Adolfo de la Huerta”. Siglo XXI editores. 1998.  Pág. 229.
[18] AF-GC. Carta del General Quintiliano L. Gavilla a Arturo Esperón, 22 de febrero de 1924. Reforma Chiapas.
[19] BRAVO Izquierdo, Donato. Lealtad militar. (Campaña en el Estado de Chiapas e Istmo de Tehuantepec, 1923-1924). México, DF. 1948. Páginas. 32 y 124.
[20] AF-CP. Carta de Heraclio Juárez Toledo a Mariano Cantoral Hernández, fechado en San Cristóbal de las Casas el 19 de marzo de 1924.
[21]BRAVO Izquierdo, Donato. Lealtad militar. (Campaña en el Estado de Chiapas e Istmo de Tehuantepec, 1923-1924). México, DF. 1948. Pág. 82.
[22] LOPEZ Gutiérrez, Gustavo. Ibidem. Pág. 289.
[23] LOPEZ Gutiérrez, Gustavo. Ibidem. Pág. 290.
[24] SÁNCHEZ C., Braulio. “Gajos de su historia y los soques” en revista Coyactomo. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.  1987. Pág. 59
[25] LOPEZ Gutiérrez, Gustavo. Ibidem. Pág. 282.
[26] Entrevista a Reynaldo Pastrana Castellanos. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; junio de 2010.
[27] LOPEZ Gutiérrez, Gustavo. Ibidem. Pág. 294.
[28] UNICACH-CUID. Fondo de la Secretaria General de Gobierno. Libro Sección Guerra Tomo I, año de 1924. Circular No. 3, de fecha 11 de julio de 1924.
[29] UNICACH-CUID. Informes de los Presidentes Municipales de Tapalapa, Amatán, Ixhuatán, Tapilula y Tapalapa al Secretario de Gobierno. Agosto-octubre de 1924, Libro Sección Guerra Tomo I, año de 1924.
[30] AF-CP. Carta de Edelmira Hernández de Juárez, al Presidente de la República Alvaro Obregón, de fecha 22 de diciembre de 1924, en Pichucalco, Chiapas.
[31] TARACENA Padrón, Alfonso.  La Verdadera Revolución Mexicana. 1922-1924. “Sepan Cuantos…” Editorial Porrúa.  Segunda Edición. 1992.  México DF.  Págs. 384,  390, 391, 406 y 412

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