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sábado, enero 19, 2019


Las tierras del Volcán Chichonal

La primera referencia histórica de la existencia de las tierras del Volcán remite a un documento escrito por Don Toribio de Cossío, caballero de la Orden de Calatraba, dirigido a la Audiencia General de Guatemala en septiembre de 1710, en la que el Obispo de Chiapas manifiesta las incomodidades de los habitantes de Magdalena Chica ocasionados por los constantes temblores en la zona, la cual, obligó a los zoques a desplazarse hacia Magdalena Grande, distante a una legua en alto. (Orozco Jiménez, 1908: 58).

Desde tiempos inmemoriales, los habitantes parecían comprender la naturaleza del cerro, pues reconocían en él un lugar “encantado” al que denominaban “Tzitzun Cotzak”, origen de algunas creencias relacionadas a una mujer mítica llamada Piowechuwe, a la que consideraban, dueña del volcán. (Vease, a Baez-Jorge, 1985).

De ahí que, los zoques contemporáneos afirmaran que las “poblaciones antiguas” habían sido sepultadas por ceniza volcánica, situación que comprobaban al remover la tierra de sus trabajaderos a más de un metro de profundidad, incluso, algunos utensilios usados por los “antiguos” estaban enterrados. (Alonso Bolaños, 2011: 127).

La creencia se confirma con las estimaciones de los expertos, quienes afirman que hacia 1853 se había registrado un evento volcánico, produciéndose la extrusión de material piroclástico que cayó en forma de lluvia, llegando los fragmentos líticos hasta el poblado de Chapultenango, situado a 13 kilómetros del volcán, haciendo que la gente abandonara el lugar (Canul-Dzul, 1983: 18), lo cual, posiblemente motivó que la zona quedara despoblada hasta  principios de la segunda década del siglo XX, cuando los zoques volvieron a ocupar las tierras bajas de las márgenes del Río Susnubac.

Fueron los trabajos exploratorios del geólogo alemán, Friederich Karl Gustav Mullerried iniciados en 1928 que reiteraron la creencia zoque en relación al cerro, quien tras estudiar la zona concluyó -cinco años después- que, en efecto,  El Chichón era el único volcán activo en el sureste de México, ubicado entre los ríos Sayula y Platanar (Mullerried, 1957: 58).

La presencia  del geólogo había sido motivada por los constantes rumores de la población zoque sobre una supuesta erupción, luego de que un indígena se había quemado parte de la pierna al hundirse en uno de los agujeros solfatáricos. (Cervantes-Borja, et al, 1983: 102).

A la par de las exploraciones científicas, las familias zoques que habitaban las márgenes del río Susnuvac y en los barrios de Chapultenango comenzaron a expandir su frontera agrícola hacia el cerro del “Tzitzun Cotzak” provocados por diversos movimientos ocurridos en la región, según algunas versiones orales.

Los testimonios de Filiberta Domínguez Gómez (Ixtacomitán, 2010) confirman  la situación que privó hacia la primera y segunda década del siglo XX. Refiere que sus abuelos trabajaban tierras cercanas al río Susnubac, mucho antes del reparto agrario, mientras que, Jacinta Gómez, de 86 años asentada en Rayón recuerda que su madre Sergia Sánchez, tuvo que huir a las montañas durante la revolución, pues eran común que los rebeldes se robaran y violaran a las mujeres. En la época de la “quema de santos” de Garrido fueron reconcentrados por órdenes del gobierno en Chapultenango. (Entrevistas, 2011).

Estos hechos registrados en Chapultenango a partir de 1911, como el paso de los rebeldes zapatistas, quienes saqueaban casas y robaban animales domésticos; la rebelión delahuertista de 1923 en Pichucalco y finalmente, la política anticlerical impulsada por el Gobernador de Tabasco, Tomás Garrido Canabal,  parecen explicar una primera causa del éxodo de las familias zoques hacia las tierras del Volcán, principalmente desde 1916, (Vease,  Ortíz Herrera et al, 2009: 290). Una segunda causa obedece a la motivación del auge del reparto agrario en el país, iniciado con mayor fuerza a partir de la tercera década del siglo XX.

De ahí que, el censo levantado por el Gobierno de la República el 15 de mayo de 1930 encontrara a un grupo de  familias  con posesiones de tierras y caseríos dispersos sobre las márgenes del río Susnubac, a la que en su conjunto denominaban Ranchería Susnubac (INEGI, 1930), tierras que se encontraban muy cercanas al cerro del Tzitzun Cotzak.

Una versión diferente es la que sostiene Báez-Jorge (1975: 165),  quien afirma que el éxodo hacía las nuevas tierras se hizo por grupos familiares pertenecientes al mismo barrio [del poblado Chapultenango], manteniendo así su identidad corporativa: la gente de los barrios de Yumiwindok se fueron a Guadalupe Victoria y Esquipulas Guayabal; el Carmen Tonapak fue fundado por 15 familias del Cusomo...”

No obstante la ocupación de tierras sobre la ribera del rio Susnuvac, es a partir de la década de los treinta, cuando asesorados en muchos casos, por los propios kirawa (ladinos) que controlaban el poder político en Chapultenango, las familias presentaron ante las instancias agrarias -  en ese entonces Comisión Agraria Mixta dependiente del Departamento de Colonización (Hoy Secretaría de la Reforma Agraria)- los trámites de solicitud de dotación de tierras para satisfacer sus necesidades agrarias, no sin antes, enfrentar verdaderas atrocidades y resistencia por parte de los caciques regionales, como el asesinato del agrarista Angel Varela (Baéz-Jorge, 1985).

Pese a ello, fundaron los núcleos agrarios sobre las tierras nacionales cercanas al Volcán, mismas que de acuerdo con el botánico tabasqueño José Narciso Rovirosa Andrade no despertaban “ninguna ambición de los habitantes [ladinos], porque allí se hace difícil, sino imposible, el cultivo de cacao” (Secretaría de Fomento, 1886: 93).

Es quizá esta visión colonizadora de las tierras manifestada  a través de la producción del cacao que los zoques fueron confinados y empujados  hacia  las tierras “menos productivas” y de difícil acceso durante el proceso del reparto agrario en la región, comprendido éste de 1951 hasta 1982, en la que, el Gobierno dotó a de 17 miles de hectáreas de tierras de propiedad social con  17 acciones agrarias para beneficiar a las familias campesinas de Chapultenango.

Durante todo el reparto, las instancias agrarias siempre respetaron las tierras de uso privado de las haciendas y ranchos como Sonora,  La Asunción y La Alianza, principalmente, y solo algunas acciones agrarias ubicadas en Francisco León fueron afectadas parcialmente.

En otros casos, las propiedades fueron amparadas por las autoridades agrarias por medio de los certificados de inafectabilidad como el caso de La Alianza (Ascencio Franco, 2009) o con la modificación del plano proyecto de dotación como el caso del núcleo agrario Esquipulas Guayabal  para no afectar a las fincas, como los casos de San Antonio y Montevideo, en virtud de que eran de explotación ganadera. (DOF, 1951). Hubo, una protección hacia las tierras ganaderas, especialmente, a los pequeños propietarios.

Las tierras estaban dedicadas principalmente a la agricultura y a la ganadería, tanto en la propiedad privada como en la social.

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