Revolución y familias: Pichucalco en el siglo XX, una aproximacion a la historia regional
Foto: Cortesia del Sr. Mario Cantoral. Pichucalco, Chiapas.
La historia reciente de Pichucalco, Ixtacomitán y Chapultenango en la región norte de Chiapas no podría entenderse sin la presencia de las familias españolas, portuguesas y criollas que colonizaron la región desde el siglo XVIII, y que en las centurias posteriores habrían de tener una enorme influencia en la vida política, social, económica, cultural y en el desarrollo de la región, a partir de sus lazos familiares- muchas veces para preservar los bienes patrimoniales-, alianzas políticas y expansión territorial.
Contexto
Desde el siglo XVIII un vasto grupo de familias, en su mayoría tabasqueñas, españolas y portuguesas se asentaron en las regiones fértiles de Ixtacomitán y Pichucalco, principalmente en la región conocida como el Blanquillo, en grandes extensiones de tierra. Asi, los Tabares, los Contreras, los Bulnes, los Cantoral, los Calcaneo, los Bastar Sasso, los Pastrana, los Vidal, desarrollaron grandes fincas de cacao. Algunos más, como los Esponda Olaechea y Vidal Pontigo, constituían viejas familias consolidadades desde el régimen colonial, principalmente en haciendas de Ixtacomitán.
Todos ellos, tenían la particularidad de ser hábiles productores y comerciantes, vinculados a los gobiernos, desde la época de la independencia, Las Leyes de la Reforma de Juárez, la dictadura de Porfirio Díaz hasta el el gobierno de Francisco I. Madero, al triunfo de la revolución de 1910.
La apertura de mejores vías de comunicación hacia Tabasco (vapor y el ferrocarril), la bonanza económica (cacao, madera y plátano) así como la proliferación de universidades en el estado vecino y una mayor actividad comercial en San Juan Bautista (Villahermosa) fueron los detonantes para que muchas familias- Bulnes, Bastar y Moheno- abandonarán la región en busca de aventuras comerciales, hacia finales el siglo XIX y principios del XX.
Pero para quienes permanecieron en la zona, los años también fueron de gran crecimiento económico y de capital político que llevaron a muchos de sus miembros a formar parte de la élite política de Chiapas, siendo gobernadores, ministros, embajadores, jefes políticos, presidentes municipales, diputados, entre otros, al amparo del regimen de Emilio y Ramón Rabasa.
Es durante el gobierno de Porfirio Díaz que las familias de la región encuentran su mejor aliado político, como Andrés Contreras, Mariano Baldomero Cantoral, Ponciano Rojas, Antonio Martínez, entre otros, varias veces diputados locales. Y otros, como Carlos A. Vidal, César A. Lara y César Cordova y Herrera triunfan en el Chiapas posrevolucionario, con la corriente Vidalista, de corte socialista, en la segunda década del siglo XX.
Las familias que conforman la élite regional, lo mismo acaparaban los puestos de decisiones locales en las regidurías y alcaldías o aparecen como compradores de grandes extensiones de tierras a través de la compañía, “Mexican Land Colonizatión and Company” (MLCC)[1], propiedad del alemán Luis Huller, como los casos de Frumencio Pastrana (Finca Sonora en Chapultenango, en 1893), Pedro Resendez y Mariano Cantoral (San Pedro y los Balkanes en 1905), otros más, consolidan su poder al adquirir concesiones para la construcción de las vías de comunicación como el tranvía de la Finca Cosahuyapa hacia Pichucalco, o en acaparar las concesiones petroleras de Caimba y las exploraciones en la Finca Guadalupe[2] como Ponciano Rojas y Antonino Cantoral.
Por su parte, la vida de la inmesa mayoría de la población parece transcurrir en torno a las fincas, como peones acasillados o jornaleros en condiciones de esclavitud, con sus interminables deudas en las tiendas de raya, en el cultivo del cacao y en la crianza de ganado, aunado, a las constantes vejaciones que sufrían.
El maltrato no parecía ser algo nuevo. Ya en el siglo pasado José Narciso Rovirosa, botánico tabasqueño avencidado en Ixtacomitán desde el siglo XIX, había manifestado que los jornaleros de la región vivian en condiciones deplorables. [3]
Los hermanos Flores Magon, en el periódico Regeneración documentaron diversas denuncias provenientes de Pichucalco. Otros más, como Angel Pola, denunciaron los castigos corporales que propinaban Angel Horta, Frumencio Pastrana y Domingo Mollinedo a su peones acasillados.[4]
Incluso, la situación llegó a tornarse violenta como lo ocurrido en 1908, cuando José Rovirosa asesinó a su patrón César Augusto Rojas Ortíz, en la finca Santa Lucía, situación que indignó a los finqueros de la región y profundizó las diferencias, no solo familiares, sino de clases sociales.
Pese a ello, la economía parecía marchar bien, bajo un desarrollo rural y una aparente tranquilidad en toda la región, procurada en gran medida por la hegemonía de las familias. Sin embargo, la historia de bonaza y control parecía llegar a su fin en 1911.
Las revueltas armadas propiciadas por los tabasqueños de la región Chontalapa, al mando de Pedro C. Colorado, Ignacio Gutiérrez, Aquileo L. Calles y otros, influyeron en los lideres de la región norte de Chiapas como Juan Hernández, Hipólito Rojas, Ramon Ramos, César A. Lara, Carlos y Luis Vidal, para abanderar el Plan de San Luis e iniciar la lucha revolucionaria en la región, aprovechando el contagio insurrecional que se vivía en gran parte del país.
Y asi fue. Juan Hernánez, un nativo de Pichucalco, padre de 7 hijos[5] se levantó en armas junto a unos escasos 10 hombres, quienes partieron con rumbo a Huimanguillo para buscar protección y ayuda de los tabasqueños[6], quienes vieron con extrañeza la llegada del contingente chiapaneco. Aun asi, pronto dieron órdenes precisas a Isidro Cortéz para traer la revolución a Chiapas. Así, el 10 de mayo de 1911, los tabasqueños armados ocuparon la plaza de Pichucalco[7].
Los tabasqueños encontraron aliados naturales y el refugio perfecto en la región de Pichucalco, incluso como centro de reclutamiento y abastecimeinto para la revolución que habían emprendido en Tabasco, como el caso de Hipólito Rojas, quien rompió lazos con su hermano Ponciano Rojas[8] para sumarse al movimiento armado maderista de Ignacio Gutiérrrez que se habia levantado en Huimanguillo, influencia revolucionaria que perduraría hasta con la rebelión delahuertista, de 1924.
La revolución tabasqueña y posteriormente la contrarevolución chiapaneca (mapachismo y zapatismo) trajeron consigo profundos cambios en la estructura regional de Pichucalco, principalmente en la distribición de la tierra, el acotamiento del poder político, la reducción en la concentración de bienes y la aparición de los campesinos como sujetos de la historia local.
Fuentes:
[1] Secretaría de la Reforma Agraria. Delegación Chiapas. Expediente de Terrenos Nacionales. Folio. No. 10590. Los Balkanes, municipio de Chapultenango. Año 1929.
[2] Alcalá, Maximino, en Memorias y revista de la Sociedad Científica "Antonio Alzate", Volumen 13 . México, DF. Año 1900.
[3] Secretaría de Fomento. Informe de Comercio Interior y Exterior. 1886.
[4] García Cantú, Gastón El socialismo en México, siglo XIX. Ediciones Era, 1974. Pp. 383-384
[5] Carta de Juan Hernández a Francisco I. Madero. Archivo General de la Nación. Colección Francisco I. Madero. Folio. 028244. Expediente No. Caja No. México, DF.
[6] Aguirre Colorado, Rafael. Revolución Constitucionalista en Tabasco. Talleres Gráficos del Sudeste S.A. Año de 1934. Pág. 21.
[7] Telegrama No 2. del Jefe Político de Teapa, Tabasco, Fulgencio Casanova al Gobernador de Chiapas. Archivo Histórico de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Sria. General de gobierno, Libro sección guerra. Tomo VI. 1911.
[8]Boletín de la Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, Volumen 55. Manuel González Calzada. 1972. Fotos: Cortesia del Sr, Mario Cantoral.
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